29/03/2024

ALMA GRANDE / Ángel Álvaro Peña

Algo debe suceder en el Mecanismo de Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, que cada vez ofrecen un peor servicio, sin importar que lo que está de por medio es la eficacia de su labor que es la protección de la vida humana.

Desde su creación, el 25 de junio de 2012, dicho mecanismo se define como un derecho, aunque adentro de esas oficinas lo han considerado últimamente como un favor que se les hace a los comunicadores y defensores de los derechos humanos. De la irresponsabilidad se pasó a la ineficacia y de la posterior indiferencia se pasó a la apatía.

La posición del Mecanismo ante los periodistas es de rechazo, más aún si se trata de comunicadores que se han visto en la necesidad de ampararse para recibir su protección porque ante su obsesión por la austeridad retiran su servicio, aunque el implicado lo requiera, tratándose, en muchos casos, de vida o muerte.

Ante esta situación, la actitud del Mecanismo se convierte en enemistad. Los fallos de los amparos en favor de los periodistas, recrudece los roces contra el Poder Judicial, donde si bien hay más elementos honestos que corruptos, se generaliza para crear enemistades a veces ficticias.

En medio de este caos surgen los emisarios del pasado, quienes quieren tener un lucimiento personal sin mostrar calidad en el trabajo. Es el caso de un sujeto que se presenta como experto en todas las ramas del derecho, con atributos de súper héroe. Y que quiere dar instrucciones hasta a los propios protegidos por el mecanismo y lo único que demuestra es su ignorancia de lo que es seguridad, protección, periodismo y derecho.

Luis Pablo Ballesteros Sosa, coordinador de Evaluación de Riesgos del Mecanismo de Protección a Periodistas de la Secretaría de Gobernación, se convirtió en el modelo de lo que un protector de la integridad de cualquier ser humano no debe hacer. Responsable de la integridad de los protegidos, regatea recursos, viáticos, protección, atención, tiempo.

Desde su primer trabajo, en el despacho de un familiar cercano, muestra ser un gran fraude, porque se dice haber obtenido experiencia de todas las ramas del derecho existentes y las que vayan a descubrirse en un futuro. En realidad, se trata de un burócrata de medio pelo que intenta quedar bien con los jefes a expensas de los derechos de los comunicadores.

Su ignorancia lo obliga a solicitar recursos a los guardias 72 horas antes de cualquier movilización del protegido, como si las noticias pudieran avisar cuándo van a ocurrir.

La manera de ver las tareas que pueden salvar la vida a un ser humano se convierten en la más absurda burocratización, como si la muerte avisara su presencia en la Oficialía de partes.

 

Desde luego que la mejor manera que tienen los mediocres para sobrevivir es convertirse en la alfombra de los jefes y decir que pueden resolver todos los problemas cuando en realidad los complican.

El Mecanismo exige de una refundación de arriba hacia abajo, hay que limpiarlo de viejos vicios de sexenios pasados, y hacer conciencia sobre la responsabilidad de la vida humana, que es parte esencial en su trabajo.

Personajes como Pablo Luis Ballesteros, una persona fraudulenta en sí misma, que muestran su novatez en cada una de sus tareas prefiere dar instrucciones sobre cómo deben llevar su vida los periodistas, en lugar de contestar las solicitudes de los comunicadores, sobre temas importantes donde les va la vida, como el número de guardias, la cantidad de armas que deben portar, etc.

El Mecanismo debe ser preventivo, es decir, debe evitar muertes, esto todavía no lo entiende esa estructura que primero piensa en el ahorro de recursos, y luego en la vida. Si es necesario que pida ayuda privada, que los medios de información pudieran aportar algo para la protección de los periodistas ante la inutilidad de un Mecanismo que ha demostrado su ineficacia.

De seguir esta clase burócratas inexpertos y enquistados en el Mecanismo la muerte de los comunicadores está más cercana y su vida es más vulnerable.

PEGA Y CORRE

Uno de los pocos pensadores que tenía el PRI, Arturo Zamora, renunció para afiliarse a otra fuerza política. Envió una carta al Comité Directivo estatal en Jalisco, de su partido para dar a conocer su decisión, con carácter de irrevocable.